Hay un camino mucho más corto para cruzar el Estrecho. Sin pasar días y noches enteros hacinados achicando agua con diminutos remos de madera en una balsa de juguete. Pero hace falta dinero. Mucho dinero. Cantidades que no están al alcance de la mayoría de inmigrantes subsaharianos que esperaron meses a cruzar en barrios de Tánger o Casablanca.
↧