Cuando pitó el final Undiano, Arda besó el césped de Mestalla y los más de 3.000 aficionados del Atleti que acompañaban a su equipo en Valencia estallaron, negándose a abandonar las gradas mientras pedían el regreso de sus héroes, felices como si la Liga ya fuera suya. Y no. Pero casi. Porque a falta de tres jornadas, superada la que se intuía como la prueba más complicada, los rojiblancos empiezan a ver el brillo del trofeo al fondo del laberinto. Quedan tres partidos y si gana dos será campeón pase lo que pase. La gesta empieza a parecer inevitable.
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