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Arsenio Fernández de Mesa: De la tragedia en Ceuta a la paella de Tejero

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Buena parte de la clase política coincide en que el el director General de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, debería dimitir. Existe, a juicio de los que abogan por su defenestración, un motivo de suficiente peso: la mala gestión que el máximo responsable de la Benemérita realizó en las horas posteriores al intento de entrada de centenares de inmigrantes a Ceuta, el pasado febrero, que acabó con 15 muertos.

Esta semana se ha añadido un segundo elemento para abonar la petición de renuncia: que Fernández de Mesa no haya evitado la comida que se celebró en el 33 aniversario del 23-F organizada por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Díez, hijo del golpista Antonio Tejero Molina, en el acuartelamiento de Valdemoro (Madrid).

SALPICADO POR LA GURTEL

Tampoco es menor el hecho de que la trama que todo lo mancha en el PP, el caso Gürtel, también haya salpicado a Fernández de Mesa. Según reveló la cadena SER el pasado febrero, el responsable de la Guardia Civil se alojó en el Hotel de cinco estrellas Meliá Gran Fénix de Madrid entre el 10 y el 15 de febrero de 2004. La pernoctación costó 1.497 euros, a razón de 300 euros la noche, una factura que corrió a cuenta de Special Events, la empresa de Correa que organizaba actos para el PP.

De las tres polémicas, la crisis de Ceuta es la que ha dejado al director general de la Guardia Civil en una posición más delicada. En las horas posteriores a los sucesos, Fernández de Mesa se prodigó en los medios de comunicación ofreciendo su versión de lo ocurrido y negando el uso de pelotas de goma por parte de la Guardia Civil: “Es completamente falso, eso sería inhumano (...) Ningún guardia dispararía bolas de goma a un ser humano que nada tratando de salvar su vida. No hay ningún español que crea que la Guardia Civil es capaz de eso”, subrayó en una entrevista en la cadena Cope. Argumentos similares utilizó en la cadena SER y en Radio Nacional de España.

Días después, en su comparecencia en el Congreso para explicar lo sucedido, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, dejó en evidencia al responsable de la Benemérita al reconocer que los agentes dispararon material antidisturbios a los inmigrantes que nadaban tratando de llegar a la orilla. “El objetivo no fue alcanzar a los inmigrantes sino hacer visible una barrera disuasoria”, dijo.



AMENAZA

Entre unas declaraciones y otras, Fernández de Mesa tuvo tiempo para mostrar su perfil más retador. Por ejemplo cuando advirtió de que había dado orden a los servicios jurídicos del cuerpo para presentar una querella criminal, a través de la Fiscalía General del Estado, contra "todos" los que, desde su punto de vista, habían injuriado a los agentes de Ceuta, principalmente ongs.

De esa querella contra “todos” no se ha vuelto a saber nada.

De Fernández de Mesa, más bien poco.



Sin haberse apagado las críticas por la gestión de Ceuta, el responsable de la Guardia Civil ve cómo se le enciende otro fuego, aunque este de menores proporciones. La ya famosa paella lúdico-festiva para celebrar el golpe de Tejero en 1981 fue un asunto del que el ministro del Interior no supo nada… hasta que se enteró por los medios de comunicación. Desde el PSOE han tardado apenas unas horas en reclamar, de nuevo, la cabeza de Fernández Mesa. Para Soraya Rodríguez, portavoz socialista en el Congreso, que el titular de Interior haya tardado casi un mes en conocer el acto “pro-golpista” tiene un responsable: el director de la Guardia Civil.

Desde el PP le quitan relevancia y, tirando de ironía, el portavoz popular en la cámara baja, Alfonso Alonso, ha recalcado que "lo importante es que la paella ha sido indigesta porque el responsable ha sido destituido".

Tres polémicas y, pese a todo, sigue ahí, resistiendo.

Arsenio Fernández de Mesa se mantiene en su cargo, inasequible al desaliento. Y nada parece que vaya a cambiar, máxime en un cuerpo históricamente tocado por el escándalo de Luis Roldán.

El aumento en la intensidad en las críticas no parece que vaya a torcer la mano ni del propio Fernández de Mesa ni, mucho menos, la del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, máximo responsable de quitar o poner al director del cuerpo.

AMIGO FIEL

Cuco, como llamaban a Fernández de Mesa sus amigos, es uno de los pocos intocables por formar parte del núcleo duro que rodea, y ha rodeado, a Rajoy durante los últimos años. No es un político más: es un amigo fiel que ha estado al lado del presidente del PP a las duras y a las maduras, incluso cuando buena parte del PP estaba en contra de que el actual inquilino de La Moncloa siguiera liderando una formación que había perdido por segunda vez unas elecciones generales ante José Luis Rodríguez Zapatero.

Su relación, no obstante, viene de mucho más allá: Fernández de Mesa era el delegado del Gobierno en Galicia con Rajoy como ministro de Presidencia del Gobierno Aznar y se produjo el hundimiento del Prestige. Esos días muchos políticos dejaron frases memorables, como la del propio Rajoy minusvalorando lo sucedido al hablar de “hilillos de plastilina”. A su altura se situó por méritos propios el entonces Fernández de Mesa, cuando dejó dicho para la historia: “Hay una cifra clara, y es que la cantidad que se ha vertido no se sabe”.

Quien resiste a una frase así y a una mala gestión con 15 inmigrantes muertos puede soportar fácilmente las críticas por una paella celebrada por el hijo de... un golpista.

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